El año que cambió la historia.

El 2008 será recordado por siempre en los libros de historia y economía que vayan a escribirse en el futuro.

Aunque parezca extraño, no me parece que la crisis financiera en si misma haya sido el punto saliente de los acontecimientos que estamos viviendo. Burbujas, explosiones y recesiones han sido más la norma que la excepción a lo largo de la historia.

Desde los tulipanes holandeses en el siglo XVII hasta la crisis crediticia actual, esta dinámica puede encontrarse de manera permanente a lo largo de las décadas. Períodos de expansión y crecimiento que terminan generando excesos, los cuales finalmente se depuran en una crisis o recesión.

Así como la Gran Depresión no se hubiera producido sin los excesos de los años 20, la crisis de las puntocom tuvo su base en los excesos de inversión en tecnología de los años anteriores, y los problemas actuales fueron creados por excesos de crédito y confianza a lo largo y ancho de todo el sistema financiero global.

Hay quienes dicen que estos ciclos de boom / crash son inherentes al sistema capitalista, e incluso necesarios para el funcionamiento del mismo y el progreso material de la especie humana. Más allá de estos argumentos, lo cierto es que estos episodios han existido siempre y probablemente volverán a repetirse en el futuro.

Al respecto de la magnitud de la crisis podemos encontrar algunos puntos salientes, ya sea que analicemos el comportamiento del mercado de capitales, los problemas en bancos e instituciones financieras, o los efectos sobre la economía real, todo parece indicar que esta crisis es la peor desde 1930.

Lo más complicado del caso es que, al no contar con experiencias similares en el sistema económico moderno, resulta muy complicado establecer como será la recuperación. Si el 2008 fue el año en el cual se quemaron los antiguos manuales de economía, el 2009 será el año en el cual empecemos a escribir nuevos libros.

El principal aspecto en el cual han resultado obsoletos los paradigmas económicos reinantes es el de integrar la naturaleza humana con las estructuras financieras y económicas.

Básicamente, a partir de los 80 fue ganando cada vez mayor terreno la idea de que los mercados eran instituciones eficientes y beneficiosas para la sociedad en su conjunto. Lo mejor que podían hacer los estados entonces, era mantenerse lo más alejados posible de la economía.

El razonamiento de fondo no es nada novedoso, ya lo dijo Adam Smith: “no es de la benevolencia del carnicero que espero que me provea de la mejor carne al mejor precio, sino de su propio interés”. En esencia, al tener que competir por la demanda de los consumidores, el carnicero realiza su mejor esfuerzo en términos de precio y calidad, resultando como beneficiario final el consumidor.

En términos generales estoy de acuerdo con este postulado. Si tengo que elegir entre una solución de mercado y una solución digitada por el estado para un problema en particular, creo que en la mayoría de los casos la solución de mercado es más justa y eficiente.

El estado en todos los países del mundo, y peor en unos casos que en otros, está lejos de ser una elite conformada por iluminados expertos cuyo único interés es el bien común. Me parece una mejor descripción la de una banda de ignorantes deshonestos, cuyo principal interés es el de acumular poder para ellos y sus siempre transitorios amigos.

De tal manera que considero que los mercados suelen alcanzar mejores resultados que la regulación pública, al menos en la mayoría de los casos.

La pregunta del millón de dólares pasa a ser ahora:

Si los mercados son tan eficientes como postulan los libros ¿como es posible que se haya producido semejante descalabro en un marco de mercados libres y desregulados?

Obviamente no existe una respuesta sencilla para esta pregunta. Incluso podemos señalar que los gobiernos han tenido una cuota importante de responsabilidad al implementar políticas monetarias excesivamente laxas, o al menos en cuanto a su falencia para regular y supervisar el sistema financiero.

Sin embargo, no podemos evitar la cuestión de que los agentes privados han sido el motor fundamental de esta crisis. Fueron instituciones privadas las que otorgaron créditos inverosímiles sin mirar a quien. Las agencias de calificación crediticia, partícipes necesarios y grandes responsables del colapso actual, también son entes privados. Lo mismo podemos decir sobre las familias que aceptaron estos exóticos préstamos tan peligrosos, o las instituciones que invirtieron en activos relacionados a ellos.

El mismísimo Alan Greenspan se mostró “sorprendido por la incapacidad del sistema financiero de regularse a sí mismo”. El razonamiento de Greenspan parece haber sido el siguiente: los bancos, fondos de inversión, aseguradoras, familias etc., son personas educadas e inteligentes que disponen de las mejores herramientas para tomar las decisiones correctas, de tal manera que no es necesario que el estado regule sus actividades.

El error de fondo, desde mi humilde punto de vista, es pensar que el sistema financiero es un organismo único e integrado, cuyos intereses concuerdan con los del resto de la sociedad.

El mundo real por el contrario, está compuesto por individuos con diferentes grados de valores morales y principalmente preocupados por su propio beneficio, ya sea que este coincida o no con los del resto de la sociedad.

¿Cómo es posible que los máximos popes de las finanzas mundiales, como los presidentes de Citigroup y Lehman Brothers hayan cometido errores de semejante envergadura? ¿A caso no conocían los riesgos de sus decisiones? Tanta educación, información, poder y experiencia ¿no les sirvió para preveer que sus acciones podrían tener consecuencias nefastas?

La realidad es que conocían muy bien estos riesgos, decidieron avanzar en esta dirección porque era el esquema que más les posibilitaba enriquecerse de manera fácil y rápida. Estos directivos fueron los que embolsaron enormes fortunas personales durante los años de la burbuja, como podemos ver en el caso de Fuld.

Allí es donde falló el razonamiento de Greenspan: si el carnicero tiene que trabajar todos los días y competir con otros carniceros, es de esperarse que realice su mejor esfuerzo para satisfacer en la forma más eficiente posible las necesidades de sus clientes.

Por otro lado, si se le brinda la oportunidad de vender carne en mal estado, embolsando una fortuna personal, y sabiendo que las consecuencias tardarán varios años en salir a la luz, lo más probable es que el carnicero no se preocupe mucho por la salud de la población

Obviamente, algunos carniceros tienen mayores escrúpulos que otros. En el caso del sistema financiero podríamos decir que Wells Fargo (WFC) actuó con más moderación y sentido común que Citigroup (C), solo por citar un ejemplo comparativo.

Las consecuencias pueden verse en el gráfico con los precios de las acciones de ambas compañías.

Más allá de los casos particulares, queda muy en claro que se vendió mucha carne podrida los últimos años, y el recuento de víctimas sigue aumentando.

La gran crisis del 2008, cuyas consecuencias todavía no podemos cuantificar de manera completa, se produjo en base a un motivo fundamental: era negocio para algunas personas tomar estos riesgos insensatos.

A medida que se escriban los nuevos manuales de economía, que seguramente analizarán causas y consecuencias de esta crisis, sería bueno incorporar algunos capítulos sobre la importancia de los sistemas de incentivos.

Sería muy positivo tener en cuenta que, cuando el beneficio de quienes toman las decisiones va en contra del resto de la sociedad, es probable que la solución de mercado termine generando muchos más daños que beneficios.

Existen muchas maneras para trabajar sobre estos temas: se puede buscar ajustar el sistema de incentivos, regular el sector en cuestión, o implementar políticas de información financiera más claras y transparentes. Seguramente habrá modificaciones sobre estos y otros puntos en los próximos años en el sector financiero.

El 2009 no será un año sencillo, si bien parece haber algunas señales incipientes de el sistema crediticio va regresando a la normalidad, todavía es demasiado temprano para establecer una tendencia firme. Las economías globales, además, siguen mostrando preocupantes signos de debilidad en todo un espectro de indicadores. Seguimos recomendando manejarse con cautela en los próximos meses.

Sin embargo, parece claro que será un año de enormes oportunidades, más allá de cuánto tarde la recuperación y de los problemas que puedan producirse en el medio.

Será un año excepcional para quienes estén atentos al devenir de la situación, “a río revuelto ganancia de pescadores, por supuesto, hay que estar seguros de que uno se encuentra del lado de la caña y no mordiendo el anzuelo.

1 Respuesta to “El año que cambió la historia.”


  1. 1 Toto enero 8, 2009 a las 11:59 pm

    Buenisima la nota. Esperamos para los proximos año tu libro sobre la crisis subprime.


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